En la agorafobia (temor a los espacios abiertos o lugares de donde no se podría huir o pedir ayuda) se encuentra con frecuencia el recuerdo de un ataque de angustia, y en realidad lo que el paciente teme es la emergencia de tal ataque en aquellas circunstancias especiales en las que cree no podría escapar de él (un coche, un ascensor, un teatro...) La angustia existente en las fobias no se deriva de ningún recuerdo, por lo que habrá que escuchar en el sujeto lo que ese estado emotivo representa como señal.
El deseo fóbico se especifica como un deseo prevenido, es decir todo aquello que es del orden de la “prevención” suscita el deseo en la fobia. Considerando la fobia no como una entidad clínica sino un “cambia-vía” que puede girar hacia una histeria, una obsesión o hacia la perversión.
Toda fobia está asociada a una pregunta fundamental: ¿de dónde vienen los niños? Pregunta que implica una cuestión central sobre la figura del padre en cuanto padre real. El síntoma fóbico sustituye en lo real al padre y con el doctor Sigmund Freud sabemos que en la fobia se produce la sustitución de un miedo a un peligro exterior por el miedo a otro peligro exterior.
El tema de la devoración (ser devorado o comerme al otro) siempre está presente en la fobia, así mismo forman parte de la estructura fóbica: el crecimiento, la talla, la noción de lo grande y lo pequeño, de lo que está y de lo que no está.
La fobia siempre tiene objeto (animales, ascensor, salas con gente…) y la angustia concomitante que siempre la acompaña es sin objeto, por eso es difícil hacerse entender por los familiares y amigos.
La forma más habitual de presentarse la fobia es la agorafobia. En ella el mundo está lleno de signos de alarma que dibujan un campo que introducen en el mundo del sujeto una manera vivir lo exterior y lo interior. La fobia transforma la angustia en temor. Y el temor es más tranquilizante que la angustia. Por ello debe tenerse en cuenta en el tratamiento la manera de abordar al paciente fóbico, pues la fobia permite articular el conflicto que acontece en el sujeto. Es una manera de resolver, de todas las soluciones la menos mala, la más tolerable para el paciente en la conformación de su personalidad.
Hay en el humano algo que no es ni del orden de la palabra, ni de la imagen y sin embargo es causa del deseo. Poder llegar a preguntarse da cuenta del hallazgo de respuestas en el proceso de hominización que a veces conlleva conflictos resueltos con la neurosis. Cosas vistas y oídas pero no comprendidas por el sujeto están en la estructura fantasmática de todo paciente. Y llamamos “cosas” a los residuos que se han sustraído al conocimiento.
Las fobias forman parte de la neurosis de angustia y aparecen acompañadas casi siempre de otros síntomas de la serie de la angustia (temblores, taquicardias, vértigos, diarrea, ruidos, sudoración, insomnio…).
Cuando el paciente comienza su análisis personal se abre la posibilidad de lo nuevo, una nueva alteridad en la relación con los semejantes por la producción del deseo civilizador, ya que no se trata únicamente de que pueda lo que no podía, sino del nuevo goce donde ya no se necesita el síntoma para hablar, para pensar o trabajar.
Dr. Carlos Fernández
Médico Psicoanalista