IMPORTANCIA DE LA ESCUCHA EN EL TRATAMIENTO
IMPORTANCIA DE LA ESCUCHA EN EL TRATAMIENTO
En este punto Freud nos señala una indicación científica con gran valor terapéutico: “seria infructuoso contradecir al enfermo cuando expresa tales acusaciones contra su yo. Debe de tener cierta razón y describirnos algo que es en realidad como a él le parece. Así, muchos de sus datos tenemos que confirmarlos inmediatamente sin restricción alguna. Es realmente tan incapaz de amor, de interés y de rendimiento como dice; pero todo esto es secundario y constituye, según sabemos, un resultado de la ignorada labor que devora a su yo, y que podemos comparar a la labor del duelo”.
“En otras de sus acusaciones nos parece también tener razón, comprobando tan sólo que percibe la verdad más claramente que otros sujetos no melancólicos. Cuando en su autocrítica se describe como un hombre pequeño, egoísta, deshonesto y carente de ideas propias, preocupado siempre en ocultar sus debilidades, puede en realidad aproximarse considerablemente al conocimiento de sí mismo, y en este caso nos preguntamos por qué ha tenido que enfermar para descubrir tales verdades, pues es indudable que quien llega a tal valoración de si propio (análoga a la que el príncipe Hamlet se aplicaba y aplicaba a todos los demás); es indudable, repetimos, que quien llega a tal valoración de sí propio y la manifiesta públicamente está enfermo, ya diga la verdad, ya se calumnie más o menos”.
Siguiendo con el texto Duelo y Melancolía, nos dice Freud: “No es tampoco difícil observar que entre la intensidad de la autocrítica del sujeto y su justificación real, según nuestra estimación del mismo, no existe correlación alguna. Por último, comprobamos el hecho singular de que el paciente melancólico no se conduce tampoco como un individuo normal, agobiado por los remordimientos. Carece, en efecto, de todo pudor frente a los demás, sentimiento que caracteriza el remordimiento normal. En el melancólico observamos el carácter contrario, o sea el deseo de comunicar a todo el mundo sus propios defectos, como si en este rebajamiento hallara una satisfacción”. Lo que podemos escuchar en el discurso manifiesto de todos los pacientes deprimidos.
“Así, pues, carece de importancia que el paciente tenga o no razón en su autocrítica, y que ésta coincida más o menos con nuestra propia opinión de su personalidad. Lo esencial es que describe exactamente su situación psicológica. Ha perdido la propia estimación y debe de tener razones para ello. Pero, admitiéndolo así, nos hallamos ante una contradicción, que nos plantea un complicado enigma. Conforme a la analogía de esta enfermedad con el duelo, habríamos de deducir que el paciente ha sufrido la pérdida de un objeto; pero de sus manifestaciones inferimos que la pérdida ha tenido efecto en su propio yo”.
Freud nos aporta datos para pensar no sólo el tratamiento de la Melancolía, sino la producción de salud en todos los sujetos y así nos propone: “Antes de ocuparnos de esta contradicción consideraremos la perspectiva que la afección del melancólico nos abre en la constitución del yo humano. Vemos, en efecto, cómo una parte del yo se sitúa enfrente de la otra y la valora críticamente, como si la tomara por objeto. Subsiguientes investigaciones nos confirman que la instancia crítica, disociada aquí del yo, puede demostrar igualmente en otras distintas circunstancias su independencia. Esto nos proporciona base suficiente para distinguirla del yo. Es ésta la instancia a la que damos corrientemente el nombre de conciencia (moral). Moral que pertenece, con la censura de la conciencia y el examen de la realidad, a las grandes instituciones del yo y puede enfermar por sí sola”.
“En el cuadro de la melancolía resalta el descontento con el propio yo, desde el punto de vista moral, sobre todas las demás críticas posibles. La deformidad, la fealdad, la debilidad y la inferioridad social no son tan frecuentemente objeto de la autovaloración del paciente. Sólo la pobreza o la ruina ocupan, entre las afirmaciones o temores del enfermo, un lugar preferente”.
Otra indicación terapéutica que nos ofrece Freud, guarda relación con la formación de los especialistas. Nos dice: “Si escuchamos pacientemente las múltiples autoacusaciones del melancólico, acabamos por experimentar la impresión de que las más violentas resultan con frecuencia muy poco adecuadas a la personalidad del sujeto y, en cambio, pueden adaptarse, con pequeñas modificaciones, a otra persona, a la que el enfermo ama, ha amado o debía amar. Siempre que investigamos estos casos queda confirmada tal hipótesis, que nos da la clave del cuadro patológico haciéndonos reconocer que los reproches con los que el enfermo se abruma corresponden en realidad a otra persona, a un objeto erótico, y han sido vueltos contra el propio yo”.
Del Libro: Depresión, Cáncer, Suicidio
Autor: Carlos Fernández del Ganso
Traductor: Esther Núñez Roma
IMPORTANCE OF LISTENING IN TREATMENT
At this point Freud highlights a scientific indication with great therapeutic value: “It would be fruitless to contradict the patient when he expresses such accusations against his ego. He must have a certain reason and describe something to us that is actually what he thinks it is. Thus, we have to confirm many of his data immediately without restriction. He is really as incapable of love, interest and efficiency as he says; but all this is secondary and it constitutes, as we know, a result of the ignored labour that devours his ego, and that we can compare to the task of mourning”.
“In other of his accusations, it seems to us he to be right, only verifying that he perceives the truth more clearly than other non-melancholic subjects. When in his self-criticism he describes himself as a small man, selfish, dishonest and lacking in his own ideas, always concerned with hiding his weaknesses, he can actually come considerably closer to knowing himself, and in this case we wonder why he has to get sick to discover such truths, since it is undoubted that whoever reaches such an assessment of himself (analogous to that which Prince Hamlet applied his self and applied to all others); it is unquestionable, we repeat, that whoever reaches such an assessment of himself and manifests it publicly is ill, whether he tells the truth, or in one grade or another grade slander his self ”.
Continuing with the text Mourning and Melancholy, Freud tells us: “It is not difficult to observe that between the intensity of the subject's self-criticism and its real justification, according to our estimation of it, there is no correlation whatsoever. Finally, we verify the singular fact that the melancholic patient does not behave like a normal individual, burdened by regrets. In fact, he lacks any modesty in front of others, a feeling that characterizes normal remorse. In the melancholic we observe the opposite character, that is, the desire to communicate to everyone his own defects, as if in this lowering he found satisfaction”. What we can hear in the manifest speech of all depressed patients.
“Thus, it is irrelevant whether the patient is right or wrong in his self-criticism, and whether it more or less coincides with our own opinion of his personality. The essential is that the patient accurately describes his psychological situation. He has lost his own estimation and must have reasons for it. But, admitting it like this, we find each other facing a contradiction, which presents us with a complicated enigma. According to the analogy of this disease with mourning, we would have to deduce that the patient has suffered the loss of an object; but from his manifestations we infer that the loss has had an effect on his own self”.
Freud provides us with data to think not only about the treatment of melancholy, but also about the production of health in all subjects and thus he proposes: “Before dealing with this contradiction we will consider the perspective that the condition of the melancholic opens to us in the constitution of the ego human. We see, in effect, how one part of the ego stands in front of the other and critically evaluates it, as if taking it as an object. Subsequent investigations confirm that the critical instance, here dissociated from the ego, can equally demonstrate its independence in other different circumstances. This provides us with a sufficient basis to distinguish it from the ego. This is the instance we commonly name conscience (moral). Moral that belongs, with the censorship of conscience and the examination of reality, to the great institutions of the ego, and it can make itself ill.
“In the case of melancholy, discontent with one’s owns self stands out, from the moral point of view, above all other possible criticisms. Deformity, ugliness, weakness, and social inferiority are not so frequently the object of the patient's self-assessment. Only poverty or ruin occupies a preferential place among the affirmations or fears of the patient”.
Another therapeutic indication that Freud offers us is related to the training of specialists. He tells us: “If we patiently listen to the multiple self-accusations of the melancholic, we end up experiencing the impression that the most violent ones are often very inadequate to the personality of the subject and, instead, can adapt, with small modifications, to another person, whom the patient loves, has loved or should love. Whenever we investigate these cases, this hypothesis is confirmed, which gives us the key to the pathological picture, making us recognize that the reproaches with which the patient is overwhelmed correspond in reality to another person, to an erotic object, and have been turned against his own self ”.
From the Book: Depression, Cancer, Suicide
Author: Carlos Fernández del Ganso
Translator: Esther Núñez Roma