Carlos Fernández del Ganso

 Médico Psicoanalista del Grupo Cero


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La salud de los profesionales

Los profesionales de la salud, comunicación, derecho, ingeniería, economía, educación y los artistas en general, suelen cuidar especialmente su profesión y cuerpo, pero suelen descuidar su estado anímico. Cuidan el cuerpo biológico pero descuidan el cuerpo psíquico y este desequilibrio, conlleva consecuencias, pues el aspecto exterior se genera inconscientemente.

La salud es una producción. No hay salud innata o natural (el recién nacido no cuenta con un sistema inmunitario maduro o suficiente, las vías nerviosas no están recubiertas de mielina, la musculatura no puede responder con actos adecuados, los huesos no pueden sostenerle, no puede ver ni fijar la mirada…)

Todo se construye, la salud también. Todo se construye, la enfermedad también.

Se puede padecer una enfermedad con salud o se puede padecer una enfermedad sin salud. El pronóstico y el modo de vivir la enfermedad difieren según sean los criterios de salud y enfermedad que nos piensan y se manejen.

Quiero decir que la salud no es lo opuesto a la enfermedad. Lo contrario de enfermedad es la sanidad (prevención y tratamiento de lo infecto-contagioso). Así se relaciona “sanidad y consumo”, sin embargo “salud se articula con producción”

El concepto de salud engloba y supera, conteniendo, al de enfermedad. Desde la enfermedad no se puede pensar la salud. La sexualidad engloba y piensa la genitalidad, es decir desde lo sexual se puede estudiar lo genital y no al revés. También podemos decir que lo grupal supera, engloba y considera lo individual.

Conociendo, estudiando, investigando lo estructural, lo normal, lo topológico, lo fisiológico, lo psíquico, desde ahí se puede dar cuenta de lo patológico y lo posible.

Los profesionales de la medicina realizan cuando se colegian el “Juramento Hipocrático” que entre otras cosas dice: “Trataré al que me haya enseñado este arte como a mis progenitores…”. “Y haré participes de los preceptos y de las lecciones orales y de todo otro medio de aprendizaje no sólo a mis hijos, sino también a los que de quien me haya enseñado y a los discípulos inscritos y ligados por juramento según la norma médica, pero a nadie más”. “Y no daré ninguna droga letal a nadie…”. “Y si en mi práctica médica, o aun fuera de ella, viviese u oyese, con respeto a la vida de los hombres, algo que jamás deba ser revelado al exterior, me callaré considerando como secreto todo lo de este tipo…” El Juramento Hipocrático, que corona la graduación del recién licenciado comienza así: “Juro por Apolo médico y por Asclepio y por Hygiea y por Panacea y todos los dioses y diosas, poniéndoles por testigos, que cumpliré, según mi capacidad y mi criterio, este juramento y declaración escrita”.

Pero la salud es una producción. Los dioses pueden no enfermar. Los dioses en todos los casos son producciones humanas, así como el mito constituye el paso con el que el individuo se separa de la psicología colectiva. Decimos que el primer mito fue seguramente de orden psicológico, el mito del padre. El primer poeta épico transformó la realidad en el sentido de sus deseos e inventó así el mito heroico.

Y todo este rodeo para señalar la salud de nuestros profesionales: ¿se cuidan los médicos o no lo necesitan? ¿a los abogados y jueces no les pasa nada personal en su ejercicio? ¿los profesores cuando enseñan aprenden algo de los afectos? ¿los periodistas ponen su ética en cuestión alguna vez? ¿los psicólogos qué hacen por su salud? y los artistas, los arquitectos, los vendedores…

Por que los profesionales están acostumbrados a tratar y escuchar las dolencias de los pacientes, las cuitas de herencias, divorcios, las noticias cruentas y maltrato familiar, los crecimientos asimétricos y rebeldía de los jóvenes pero a ellos, a los profesionales: ¿quién los escucha?

O vamos a pensar que no necesitan atención médica y psicoanalítica, prevención y tratamiento, por haber jurado por Apolo, Asclepio y todos los demás dioses y diosas, por haber cursado la universidad o conocer el código civil, ocupar lugares de poder, haber sido aplaudidos o tener prestigio social, eso les asegura salud.

Se dice: “que los médicos suelen ser malos pacientes”, “en casa del herrero…”

Quiero desde estas páginas invitar a la reflexión a los propios profesionales, más expuestos tal vez que otros trabajadores a ciertas dolencias, porque si bien las enfermedades infecto-contagiosas (es a través de la sanidad que se previene y trata) de la salud y “el deseo” (que también se contagia) de esto poco o ninguna información reciben los médicos en la Facultad de Medicina y posterior especialización. Imagino que debe ocurrir algo similar en Derecho, Periodismo, Arquitectura, Psicólogos…

¿Dónde y con quién supervisan los profesionales de la salud su cuitas laborales, dificultades familiares, cuidados personales y proyectos sociales? o vamos a pensar que los médicos no precisan atención psíquica por haber estudiado medicina, y los profesores escriben y los ingenieros nunca tienen miedo y los periodistas saben escuchar y los abogados son tolerantes y, nuestras madres todas unas santas.

Los lapsus reiterados, la desgana, la ausencia de amor propio (sobre todo en la profesión) los olvidos, la falta de tiempo, son señal de que los sentimientos siempre se oponen, distorsionan y dificultan el pensamiento. Un poco de egoísmo es saludable.

Dr. Carlos Fernández
Médico Psicoanalista

 

Dr. Carlos Fernández del Ganso

 Médico Psicoanalista del Grupo Cero

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